La cabeza que no se inclina ante Dios, es un peso estéril, aunque este adornada con turbantes de seda, sombreros de lujo o coronas de oro. Las manos que no adoran a Dios son las de una persona muerta, aunque lleven anillos de oro y pulseras. Los ojos que no contemplan la imagen de Dios, son ciegos, aunque vean; son ciegos como las plumas posteriores del pavo real. Las piernas que no caminan por los lugares sagrados son troncos muertos. El corazón de una persona que no se derrite de amor al escuchar los nombres del señor, es el corazón de una piedra. Aquellos oídos que no sienten hablar del Señor. son simples huecos. Así pues, el hombre debe hallarse totalmente entregado al Señor, debe tratar de amarlo y devocionarse a Él.